jueves, 24 de febrero de 2011

Las azoteas



Fotografía: Karto Gimeno.
Publicada en Revista Kafka, número 9 (Septiembre - Diciembre 2010)


Están los cuerpos que crecen indefinidamente, las parabólicas, las azoteas. Los tejados de la gran ciudad que se extienden sobre el horizonte, los tendederos con la ropa colgada al sol de febrero, los supermercados en las aceras del barrio, las calles que continúan con su rumor, con su tráfico de pasos perdidos.

La ciudad parece ir recobrando su pulso, pero mientras, seguimos metidos en un enorme paréntesis dónde la vida nos demuestra quién es el que manda, y como, cuando más felices nos creemos, todo puede cambiar en cuestión de horas.

Candela, en su pequeño planeta, continúa creciendo. Feliz. Preciosa. Tan tranquila como desde el primer día. Tan encantadora como desde el primer instante.

Las navidades, en cambio, trajeron cambios de planes. Tal y como llegan estas cosas. De un día para otro, sin previo aviso. Y desde entonces caminamos sin guión con el susto de una inesperada y grave enfermedad de mi suegro, aún demasiado joven, esperando alguna señal que traiga algo de luz, mientras nos acostumbramos a vivir con el miedo entre Murcia y Madrid en ese camino que ninguna familia quiere recorrer.

Las semanas, desde hace un par de meses, son viajes de ida y vuelta. Viajes con origen y destino a la gran ciudad, mientras todo sigue girando demasiado deprisa con nosotros en medio del temporal.

Entre viaje y viaje, poco a poco, vamos recobrando el ritmo dentro de lo posible.

El lunes, pude comprobar que el Retiro continúa en su sitio. Ajeno al mar de asfalto que lo rodea. Las zapatillas me devuelven a la calle, quizás para demostrarme que puedo correr más de diez kilómetros, y que en este momento, siendo más imposible que nunca hacer planes, correr es como siempre un estilo de vida, y que semana a semana, iremos encontrando la forma perdida, sin prisas, con mil y una prioridades por delante.

Sobre las azoteas, el anticiclón anticipa una primavera de cielo azul sobre la gran ciudad. Hoy tengo la tarde libre, las zapatillas esperan. Aún no puedo asumir muchos kilómetros, así que, aunque el buen tiempo se solape en mi cabeza con la casa de campo, quizás lo retrase un poco más a cambio del Retiro. Lo importante volverá a ser disfrutar de cada metro, del mundo girando debajo de cada zancada. Aunque sea dentro de un enorme paréntesis.

6 comentarios:

Carlos dijo...

Mucho ánimo con la enfermedad de su suegro. Por (desgraciadamente) propia y reciente experiencia la pequeña Candela podrá hacer maravillas con su espíritu. Y de lo del correr... Utilízalo como un medio para liberar tensiones. No lo conviertas en otra fuente de estrés.

Un abazo y suerte. ;-)

Miguel dijo...

A pesar de los baches del camino, espero que todo salga bien y se allane de dificultades. Un abrazo.

Jaal, Corredor Incierto dijo...

La vida sigue su curso inexorable. Muchos ánimos.

Javi dijo...

Una vez mas Miguel, mucho animo. Nos creemos dueños de nosotros mismos y creemos q podemos hacer planes de futuro. Que iluosos somos. Disfrutemos cuando podamos y agradezcamos cada momento.

Anónimo dijo...

Siento escuchar malas noticias pero siempre queda un resquicio para la esperanza.

Miguel dijo...

Muchísimas gracias a todos por los ánimos, de verdad.

Estas cosas son así, y sólo queda ir día a día, siempre con esperanza. Además, está la peque, que por si sola se encarga de alegrar el día a todos.

Muchísimas gracias por vuestras palabras.

Un abrazo a todos

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