
Fotografía: Portada de "Correr", Jean Echenoz.
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"Un día de septiembre, Harold, médico de profesión, de 32 años de edad, divorciado y sin hijos, natural de Boston pero afincado en Miami tras, precisamente, haberse divorciado y entender que necesitaba un cambio a aires más cálidos, está en su casa de una sola planta desde la que se ve la costa y un mar tan plano que parece mercurio. Juega al tenis con una videoconsola Atari del ´79 conectada a la tele. La pantalla, totalmente negra, un punto cuadrado que hace de bola, y sólo 2 líneas blancas que se mueven de arriba abajo y simulan a cada jugador y su raqueta. Mediodía, la gente duerme o se baña, las persianas bajadas, silencio, y tras cada golpe de raqueta oye el esponjoso doing que le recuerda al latido de un corazón. Desde hace 3.5 años no para de jugar y devorar Corn Flakes con leche. Es la 78567 vez que es vencido por la tele. Se dirige a la cocina a por otro tazón de Corn Flakes, y observa que se le han terminado. Va hasta el garaje, donde guarda, tiradas en una esquina, multitud de cajas de cereales sin abrir entremezcladas con otras vacías. Revuelve esa pila, se sumerge en ella, pero nada. Para su sorpresa, todas están ya consumidas. Metidas a presión en una de esas cajas vacías encuentra sus viejas zapatillas de deporte Converse. Las toma entre sus manos, huelen a musgo, y tras darles un par de vueltas en torno a sus ojos, se las calza, sale al jardín y se pone a correr al trote calle arriba. Lleva un pantalón chino de pinzas, un polo rojo y una cazadora de estilo aviador. Llega la noche y aún no se ha detenido.
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Harold ya ha ascendido por el estado de Florida para entrar en el de Georgia, traspasarlo, llegar al de Alabama y seguir corriendo. Desde que abandonara su casa prefabricada en Miami y el tenis de videoconsola, sólo corre sin haber aún regresado. Únicamente se detiene para dormir; todo lo demás lo hace en marcha. Cada vez que llega a un cruce se decanta por un ramal al azar, y traza así un camino sinuoso que visto en mapa recuerda al de la carcoma en la pata de una cama con forma de continente americano (recientemente, alguien ha señalado su parecido con las circunvalaciones de un cerebro). Pantalón de pinzas chino, polo rojo, cazadora como de aviador y las viejas Converse en los pies. Ningún signo le indica que deba ni seguir ni detenerse, adopta aquella neutra solución del Principio de Inercia que ya postulara Newton: en tanto nada lo impida, toda cosa en movimiento continuará su trayectoria a velocidad constante. (…)
Muy lejos, una pantalla en blanco y negro de televisor acumula esa luz y miles de partidas de tenis ganadas contra sí misma con un esponjoso doing. 3057 km recorridos, y ni un solo recuerdo. (…)
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La videoconsola del ´79 conectada a la tele. La pantalla totalmente negra, un punto cuadrado blanco que hace de bola, 2 líneas verticales que se mueven de arriba abajo y simulan a cada jugador. Silencio de mediodía, la gente duerme o se baña, las persianas bajadas, y tras cada golpe de raqueta se oye un esponjoso doing. Después de haber llegado al mar de Alaska y tener que dar la vuelta tras 5 años corriendo sin descanso, Harold descendió Canadá, entró en USA con su pantalón de pinzas chino, su polo rojo y su cazadora tipo aviador, y el estricto azar de su errática trayectoria aún tardó otros 3 años en llevarlo de nuevo hasta la puerta de su casa. Nadie había entrado. Ni el más mínimo saqueo. Ni una carta en el buzón. Todo intacto. El mar, al fondo, una piel de mercurio, la videoconsola conectada, en la pantalla miles de partidas perdidas. Encargó de nuevo todas las existencias de Corn Flakes con aquella fecha de caducidad porque entendió que ya no podía vivir sin aquel recuerdo, sin aquella huida, sin aquel recuerdo, sin aquella huida. Como quien escuchara el trueno al mismo tiempo que ve su correspondiente relámpago."
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Textos extraídos de Nocilla Experience, Agustín Fernández Mallo.