martes, 6 de abril de 2010

Aires Murcianos

Tradicional Barraca de la huerta del Segura


Cartel "Bando de la Huerta 2010"

Murcia intenta desangrarse río arriba en la mañana de Resurrección. Los cohetes resquebrajan la mañana azul de primavera y los tambores de procesiones y romerías apuntalan el valle por el que transcurre el Segura antes de llegar a la ciudad. La mañana huele a azahar, a campo entre huertas y acequias, y al sudor del paso de los kilómetros junto al río.

Todo el valle se viste de fiesta. De día grande de Domingo de Resurrección, de días de vísperas antes de comenzar las Fiestas de Primavera y el Bando de la Huerta, mientras a orillas del Segura toda la huerta se engalana para celebrar la llegada del buen tiempo y prepararse para la explosión de alegría y color de estos días de Pascua.

Murcia intenta respirar a través del río. Intenta encontrar de nuevo la huerta y vivir más allá del mundo de ladrillo.

Río arriba las pedanías se suceden. Rincón de Beniscornia. Rincón de Seca. Puebla de Soto. Alcantarilla. Javalí, Nuevo y Viejo. La Ñora. Hasta alcanzar la presa de Contraparada y regresar río abajo a través de mis mismos pasos.

La arena apelmazada. El río quieto y tranquilo. Con el poco caudal que riega los campos. Las pequeñas huertas que se suceden y el valle que abre la ciudad y busca el Mediterráneo que viste de azul toda la vega murciana. Avanzo. Kilómetro a kilómetro. Pensando en mis zaragueles que descansarán este año. Soñando con Maratón. Soñando con los cambios que el futuro plantea. Pensando en todo lo que me gusta esta ciudad y su primavera. Corro siempre a orillas del río Segura, siguiendo su curso, hasta regresar a la ciudad tras 29 kilómetros a 4,30 que me dejan un poco más preparado para el asalto a la gran ciudad, hasta regresar por el Malecón, dónde la huerta finaliza en la entrada a la ciudad, y el Puente de los Peligros desde dónde se divisa la blanca procesión de Resurrección.

La huerta se muere, dicen. Quizás debamos pensar más en ella y en todo lo que tiene la ciudad. Quizás siempre debiéramos agarrarnos más a los orígenes para desde ahí dibujar el futuro.

Al llegar a casa las barracas ya están inauguradas. Las fiestas pueden comenzar. Este año no enterraremos la sardina, ni pasearemos nuestros trajes de “huertanicos”. Pero una parte de mi siempre llevará esa parte de Murcia. Esa parte que va más allá de sus noches de leyenda, de sus barrios, huertas, primaveras y la silueta de su Catedral. De mi murciana que da sentido a la ciudad. Esa parte que va más allá de lo que en esta semana de Salzillos, caramelos y monas con huevo se llevan consigo mis zapatillas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola pues me ha sorprendido bastante mucho,jejej que las barracas estas como estoy acostumbrado a verlas por Valencia... Bueno, cada vez quedan menos pero la verdad es que desconocía que en Murcia hubieses construcción tal que igual.

Pero usted es de Murcia? No lo ubico.

Saludos desde la otra orilla

Miguel dijo...

jeje

cierto, algo de explicación, para explicar lo que parece algo de desarraigo pero que en verdad no lo es...

Soy de Ávila, dónde nací, dónde está mi familia y de dónde me siento. Estudié en Salamanca, por lo que mi "yo" universitario aún reside allí, trabajo y vivo en Madrid desde hace tres años, y ya me siento un poquito madrileño, y mi mujer es murciana, por lo que también me toca algo de una ciudad que me encanta...

Pero sobre todo me siento castellano. Castellano de Avila. De Pajares de Adaja, un pequeñito pueblo entre Avila y Valladolid, dónde desde pequeño paso los veranos. Dónde conocí a la que hoy es mi mujer y dónde el "yo" que hoy soy se formó en muchos aspectos.

La otra parte del equipo, mi gran e imprescindible amigo Javi, nació y vive en Avila.

Así que si situamos Ítaca en el mapa, quizás esté en algún lugar entre Avila y Madrid, aunque dudo que la podamos colocar en ningún mapa.

Muchas gracias por las visitas desde Valencia!Saludos!!!

Tecolinha dijo...

:-)
Bonita entrada, se nota el arraigo con esa tierra.
Estuve en Murcia de visita un par de días, y luego también de visita en la Arrisaca (mala causa, cierto), y recuerdo tanto calor... (era verano)
¡Ojalá esa huerta no muera!

Nombre dijo...

Quién pudiera disfrutar de un paparajote sentado a la sombra de una barraca. Lástima que ya enterraron la sardina!!!

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